viernes, 17 de abril de 2009

Margarita


Bajó la escalera cautelosa, sin saber si el ruido provenía de la calle o de su cabeza. Se detuvo en el tercer escalón, esperando una repetición del ruido aquél que le había parecido pronunciaba su nombre. Margarita –volvió a escuchar-. Ahora, segura de haber entendido claramente la pronunciación, bajó al segundo escalón sintiendo el frío del azulejo blanco contra sus pies descalzos; tardó tres segundos en pisar el primer escalón y sentir la flor de lis azul al centro de los azulejos.

Dio cuatro pasos más hasta la ventana y lentamente se asomó abriendo bien sus camaleónicos ojos verdes y agudizando los oídos. No vio a nadie. Un poco cansada de la idea de ser despertada a las cinco de la mañana por una broma, frunció el entrecejo y preguntó: ¿Quién es?

Luego de un momento, que le pareció suficiente para elaborar una respuesta, buscó decididamente las llaves de la enorme puerta de caoba dentro del bolsillo de su pijama de algodón, la introdujo en la rendija de la puerta y le dio vuelta hasta abrir la puerta.

Abrió de un tirón, confiada en no encontrar a nadie, y entonces lo vio a través de la reja, era el Shar Pei negro más hermoso que había visto en su vida; el perro la miraba fijamente, como si pudiera leer sus atribulados pensamientos que viajaban rápidamente, tratando de buscar una explicación lógica a lo que estaba pasando. Pasmada y en un estado de confusión, hizo lo que parecía más lógico dentro de esa ilógica situación: ¿Sí? -preguntó-. Al instante sintió ser la persona más inmadura y estúpida, pues aunque toda su vida había amado a los perros y juraba poder entablar conversaciones con ellos, jamás había recibido una respuesta verbal de ninguno.

No estás sola, –le respondió con una tenue voz- te está esperando, aguardando a que te topes con él. Lo miró fijamente, más preocupada por entender a qué se refería, que a explicarse el hecho de que le estuviera hablando: ¿Quién? -preguntó un poco más cómoda con la conversación-. ¿Crees que va a ser así de sencillo?, contestó irónico el Shar Pei.

Ahora, ya sin pensar en seguir buscando una explicación a la situación, se limitó a señalarle: Es de mala educación contestar una pregunta con otra, -al mismo tiempo que se sentía ofendida por el anterior cuestionamiento del perro- No me culpes a mí, él me educó.

Ante la impotencia de no poder preguntar de quién hablaba, lo miró fijamente y le dijo: ¿Eso es todo lo que has venido a decirme, o hay más? El perro sonrió levemente y le dijo: Lo que más le gusta es tu temperamento agresivo, ya me lo ha dicho. Y no, he venido a decirte que te está esperando, no lo busques, se van a encontrar y sabrás de quién hablo. Yo vendré con él, me quedaré contigo y todo estará bien.

Cansada y pensando que todo era una mala broma del perro, le dijo: Gracias por el consejo; si eso es todo, muchas gracias. Hasta entonces. El Shar Pei se limitó a decirle: Ten paciencia, ahí está y no se irá a ninguna parte sin ti.

Haciendo conciencia de lo que el perro le dijo, separó sus labios para decirle en el tono más honesto que jamás había usado en su vida: Gracias. El perro asintió a modo de respuesta y se alejó caminando hacia el parque cercano. Ella se quedó dudando más de su propia existencia que de la fidelidad de las palabras del perro; cerró la puerta, caminó hasta el sofá repasando mentalmente las últimas palabras que le habían dicho, se recostó en el mueble, deseando que lo dicho por el perro fuera verdad, y esperando recordar todo cuando despertara nuevamente cerró lentamente los ojos.


-Pako Reyes

1 comentario:

Harold Diaz dijo...

Es muy bueno Paco, sólo el tercer párrafo, sinónimos de puerta, y sería grandioso.