El 27 de marzo, marcado en el calendario como el día de San Ruperto, era el día que mi abuelo –Ruperto Reyes Áviles- cumplía años, él fue la única figura paterna que ha existido en mi vida, claro, jamás fue una figura paterna como tal, porque al nacer yo, no sólo me encontraba con un hombre de 58 años –que a simple apariencia puede sonar bastante joven- que había sido padre más de la mitad de su vida, de nueve hijas y tres hijos bastante absorbentes, si no que además tenía que cumplir el rol de ser mi abuelo, y como tal había cosas que siempre me permitía, yo solamente lo disfruté 13 años de mi vida, muy poco tiempo, muy bueno claro está, pero poco.
“San” Ruperto Reyes me dejó muchas enseñanzas, cosas loquísimas, que todas han sido ciertas, siempre me decía: ‘cuando yo me muera vas a entender y entonces dirás: cuanta razón tenía el viejo’ desde luego me lo dijo cuando yo tenía como doce años, así que realmente no le daba el peso real a las cosas que me decía, jamás tampoco me tomé el tiempo o la libertad de anotar todos los consejos que me dio.
Tampoco fue necesario, por increíble que parezca, sus palabras quedaron más que grabadas en mi mente, y en mi razón, cosas que ni siquiera recordaba que me decía de pronto se me aparecen en el pensamiento cuando menos lo espero, es como si siguiera aquí junto a mi, ¡demonios! ‘conciencia’ se le llama, mi abuelo fue y es mi Pepe Grillo, desde luego eso no quiere decir que no sea capaz de acallar a la conciencia como todos lo hacemos cuando preferimos ser tontos de vez en cuando, pero siempre está ahí, su voz, su risa burlona esa que tenía, que tiene.
De un carácter increíblemente fuerte, de humor a veces negro, a veces simple, de un espíritu incansable, hermano de la tierra, siempre travieso, sé que pareciera que digo las cosas bonitas que a todo mundo le gusta decir de sus abuelos, pero no, es cierto, quien lo haya conocido no me dejará mentir, mi abuelo se parecía mucho al Puck que Shakespeare dibujó, siempre viviendo su propio sueño de verano.
‘Paco, mijo… afortunada o desgraciadamente los muertos jamás regresan’, eso me dijo un día que tenía miedo de irme a dormir a mi casa solo, recuerdo también como siempre se ofrecía a guisarme algo cuando mi abuela no estaba, yo no entendía, para mí los abuelos no sabían guisar, sólo las abuelas, por lo que innumerables veces desprecie las cosas que me preparaba, ahora me arrepiento.
Recuerdo también como me debatía internamente cada vez que me quería llevar al centro, era muy divertido salir a caminar con él, pero mucha gente lo conocía o al revés, así que cada cien metros se detenía a saludar a alguien, recuerdo mi sorpresa al saber que habían instituido el día internacional del teatro el día de su cumpleaños, que mejor día para celebrar el histrionismo.
Me escondía la comida, me espantaba, me correteaba por el patio, me aventaba piedras y palos entre las piernas para que me cayera de boca y me golpeara para después carcajearse, estornudaba sonoramente para crear un momento de confusión entre asco y risas, fue siempre como el Edward Bloom de ‘El Gran Pez’ inventaba cosas locas de su infancia o de su vida, y para poder saber la verdad había que irle a preguntar a la abuela Francisca, aún así hay detalles que a ella se le escapan de su memoria.
Recuerdo como me resistía a entrar a su cuarto entando él enfermo, recuerdo el día de su muerte, el ocho de octubre del 2001, el día del cumpleaños de mi tía Teresa, siempre he admirado su carácter para soportar algo de ese nivel el día de su cumpleaños, la verdad es que hay un poco de mi abuelo repartido entre sus doce hijos, recuerdo también el espantoso sonido de la ambulancia en la puerta de la casa de mi abuela, recuerdo a mi mamá subiéndose a la ambulancia con mi abuelo para ir al hospital donde mi tía Catalina los estaba esperando, recuerdo la llamada de mi madre para avisarnos que había fallecido, recuerdo el llanto desgarrador de mi tía Rosalía cuando oyó la noticia que mi madre le daba por el teléfono, recuerdo como se fueron enterando uno a unos sus doce hijos, Cristina llegando del trabajo, Ruperto regresando de comprarle unos pañales a mi abuelo, Carolina regresando de la Catedral, Pilar llegando de su casa para el cumpleaños de Teresa, Sara y Lupe que detuvieron sus actividades normales, Juan que venía de su casa, Miguel que estando en Tuxtepec tuvo que escuchar la noticia por teléfono y Teresa el día de su cumpleaños.
Este marzo cumpliría 79 años, cumple 79 años de estar acá entre nosotros, perdónanos abuelo si no te hemos extrañado, pero no nos has dado tiempo, el tiempo ese que es relativo, no nos ha separado, sigues entre nosotros… cuanta razón tenía el viejo.
-Pako Reyes
“San” Ruperto Reyes me dejó muchas enseñanzas, cosas loquísimas, que todas han sido ciertas, siempre me decía: ‘cuando yo me muera vas a entender y entonces dirás: cuanta razón tenía el viejo’ desde luego me lo dijo cuando yo tenía como doce años, así que realmente no le daba el peso real a las cosas que me decía, jamás tampoco me tomé el tiempo o la libertad de anotar todos los consejos que me dio.
Tampoco fue necesario, por increíble que parezca, sus palabras quedaron más que grabadas en mi mente, y en mi razón, cosas que ni siquiera recordaba que me decía de pronto se me aparecen en el pensamiento cuando menos lo espero, es como si siguiera aquí junto a mi, ¡demonios! ‘conciencia’ se le llama, mi abuelo fue y es mi Pepe Grillo, desde luego eso no quiere decir que no sea capaz de acallar a la conciencia como todos lo hacemos cuando preferimos ser tontos de vez en cuando, pero siempre está ahí, su voz, su risa burlona esa que tenía, que tiene.
De un carácter increíblemente fuerte, de humor a veces negro, a veces simple, de un espíritu incansable, hermano de la tierra, siempre travieso, sé que pareciera que digo las cosas bonitas que a todo mundo le gusta decir de sus abuelos, pero no, es cierto, quien lo haya conocido no me dejará mentir, mi abuelo se parecía mucho al Puck que Shakespeare dibujó, siempre viviendo su propio sueño de verano.
‘Paco, mijo… afortunada o desgraciadamente los muertos jamás regresan’, eso me dijo un día que tenía miedo de irme a dormir a mi casa solo, recuerdo también como siempre se ofrecía a guisarme algo cuando mi abuela no estaba, yo no entendía, para mí los abuelos no sabían guisar, sólo las abuelas, por lo que innumerables veces desprecie las cosas que me preparaba, ahora me arrepiento.
Recuerdo también como me debatía internamente cada vez que me quería llevar al centro, era muy divertido salir a caminar con él, pero mucha gente lo conocía o al revés, así que cada cien metros se detenía a saludar a alguien, recuerdo mi sorpresa al saber que habían instituido el día internacional del teatro el día de su cumpleaños, que mejor día para celebrar el histrionismo.
Me escondía la comida, me espantaba, me correteaba por el patio, me aventaba piedras y palos entre las piernas para que me cayera de boca y me golpeara para después carcajearse, estornudaba sonoramente para crear un momento de confusión entre asco y risas, fue siempre como el Edward Bloom de ‘El Gran Pez’ inventaba cosas locas de su infancia o de su vida, y para poder saber la verdad había que irle a preguntar a la abuela Francisca, aún así hay detalles que a ella se le escapan de su memoria.
Recuerdo como me resistía a entrar a su cuarto entando él enfermo, recuerdo el día de su muerte, el ocho de octubre del 2001, el día del cumpleaños de mi tía Teresa, siempre he admirado su carácter para soportar algo de ese nivel el día de su cumpleaños, la verdad es que hay un poco de mi abuelo repartido entre sus doce hijos, recuerdo también el espantoso sonido de la ambulancia en la puerta de la casa de mi abuela, recuerdo a mi mamá subiéndose a la ambulancia con mi abuelo para ir al hospital donde mi tía Catalina los estaba esperando, recuerdo la llamada de mi madre para avisarnos que había fallecido, recuerdo el llanto desgarrador de mi tía Rosalía cuando oyó la noticia que mi madre le daba por el teléfono, recuerdo como se fueron enterando uno a unos sus doce hijos, Cristina llegando del trabajo, Ruperto regresando de comprarle unos pañales a mi abuelo, Carolina regresando de la Catedral, Pilar llegando de su casa para el cumpleaños de Teresa, Sara y Lupe que detuvieron sus actividades normales, Juan que venía de su casa, Miguel que estando en Tuxtepec tuvo que escuchar la noticia por teléfono y Teresa el día de su cumpleaños.
Este marzo cumpliría 79 años, cumple 79 años de estar acá entre nosotros, perdónanos abuelo si no te hemos extrañado, pero no nos has dado tiempo, el tiempo ese que es relativo, no nos ha separado, sigues entre nosotros… cuanta razón tenía el viejo.
-Pako Reyes